Brujería
James Robinson (Guión)
Michael Zulli & Teddy Kristiansen (Ilustraciones)
BEATRIZ.—Me asombra que sigáis hablando todavía, signior Benedicto. Nadie repara en vos.
BENEDICTO.—¡Cómo! Mi querida señora Desdén, ¿vivís aún?
BEATRIZ.—¿Es posible que muera el Desdén, cuando puede cebarse en tan buen pasto como el signior Benedicto? La propia galantería se trocara en desdén si estuvierais vos en su presencia.
BENEDICTO.—Fuera entonces la galantería una renegada. Pero lo cierto es que todas las damas se prendan de mí, exceptuada solamente vos; y quisiera hallar en mi corazón que mi corazón no fuera tan duro; porque, a la verdad, no amo a ninguna.
BEATRIZ.—¡Qué incalculable dicha para las mujeres! De otra manera se verían importunadas por un pretendiente enojoso. Gracias a Dios y a mi temperamento frío, soy en eso del mismo parecer que vos. Prefiero oír a mi perro ladrar a un grajo que a un hombre jurar que me adora.
BENEDICTO.—Dios mantenga siempre a vuestra señoría en esa disposición de ánimo. Así se verá libre uno u otro caballero de los infalibles arañazos en la cara.
BEATRIZ.—Si fuese una cara como la vuestra no podrían afearla los arañazos.
BENEDICTO.—Bien, sois una extraordinaria adiestraloros.
BEATRIZ.—Más vale un ave con mi lengua que un animal con la vuestra.
BENEDICTO.—Así marchase mi caballo con la rapidez de vuestra lengua y mantuviese tan bien el aliento. Pero seguid vuestro camino, en nombre de Dios; he terminado.
BEATRIZ.—Siempre acabáis con un par de coces. Os conozco desde hace mucho.
¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! Terminó nuestro espantoso viaje,
El navío ha salvado todos los escollos, hemos ganado el premio codiciado,
Ya llegamos a puerto, ya oigo las campanas, ya el pueblo acude gozoso,
Los ojos siguen la firme quilla del navío resuelto y audaz;
Más, ¡oh, corazón, corazón, corazón!
¡Oh, las rojas gotas sangrantes!
Ved, mi Capitán en la cubierta
Yace frío y muerto.
¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! Levántate y escucha las campanas;
Levántate, para ti flamea la bandera, para ti suena el clarín,
Para ti los ramilletes y guirnaldas engalanadas, para ti la multitud se agolpa en la playa,
A ti te llama la masa móvil del pueblo, a ti vuelve sus rostros anhelantes;
¡Ea, Capitán! ¡Padre querido!
¡Que tu cabeza descanse en mi brazo!
Esto es un sueño: en la cubierta
Yace frío y muerto.
Mi Capitán no responde, sus labios están pálidos e inmóviles,
Mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso, ni voluntad,
El navío ha anclado sano y salvo; su viaje, acabado y concluido,
Del horrible viaje el navío victorioso llega con su trofeo;
¡Exultad, oh, playas, y sonad, oh, campanas!
Más yo con pasos fúnebres,
Recorro la cubierta donde mi Capitán
Yace frío y muerto.