miércoles, 9 de diciembre de 2009

FAHRENHEIT 451

-He de marcharme. El sermón ha terminado. Espero haber aclarado conceptos. Lo que importa que recuerdes, Montag, es que tú, yo y los demás somos los Guardianes de la Felicidad. Nos enfrentamos con la pequeña marea de quienes desean que todos se sientan desdichados con teorías y pensamientos contradictorios. Tenemos nuestros dedos en el dique. Hay que aguantar firme. No permitir que el torrente de melancolía y la funesta Filosofía ahoguen nuestro mundo. Dependemos de ti. No creo que te des cuenta de lo importante que eres para nuestro mundo feliz, tal como está ahora organizado.

Beatty estrechó la fláccida mano de Montag. Éste permanecía sentado, como si la casa se derrumbara a alrededor y él no pudiera moverse. Mildred había desaparecido en el umbral.

-Una cosa más -dijo Beatty-. Por lo menos, una vez en su carrera siente esa comezón. Empieza a preguntarse qué dicen los libros. Oh, hay que aplacar esa comezón, ¿eh? Bueno, Montag, puedes creerme, he tenido que leer algunos libros en mi juventud, para saber de qué trataban. Y los libros no dicen nada. Nada que pueda enseñarse o creerse. Hablan de gente que existe, de entes imaginarios, si se trata de novelas. Y si no lo son, aún peor: un profesor que llama idiota a otro filósofo que critica al de más allá. Y todos arman jaleo, apagan las estrellas y extinguen el sol. Uno acaba por perderse.

-Bueno, entonces, ¿qué ocurre si un bombero accidentalmente, sin proponérselo en realidad, se lleva un libro a su casa?



FAHRENHEIT 451
Ray Bradbury

9 comentarios:

Anónimo dijo...

-Hablas como una vieja.

-A veces, lo soy. Temo a los jóvenes de mi edad. Se matan mutuamente. ¿Siempre ha sido así? Mi tío dice que no. Sólo en el último año, seis de mis compañeros han muerto por disparo. Otros diez han muerto en accidente de
automóvil. Les temo, y ellos no me quieren por este motivo. Mi tío dice que su abuelo recordaba cuando los niños no se mataban entre sí. Pero de eso hace mucho, cuando todo era distinto. Mi tío dice que creían en la responsabilidad. Ha de saber que yo soy responsable. Años atrás, cuando lo merecía, me azotaban. Y hago a mano todas las compras de la casa, y también la limpieza. Pero por encima de todo -prosiguió diciendo Clarisse-, me gusta observar a la gente. A veces, me paso el día entero en el «Metro», y los contemplo y los escucho. Sólo deseo saber qué son, qué desean y adónde van. A veces, incluso voy a los parques de atracciones y monto en los coches cohetes cuando recorren los arrabales de la ciudad a medianoche y la Policía no se mete con ellos con tal de que estén asegurados. Con tal de que todos tengan un seguro de diez mil, todos contentos. A veces, me deslizo a hurtadillas y escucho en el «Metro». 0 en las cafeterías. Y, ¿sabe qué?

-¿Qué?

-La gente no habla de nada.

Mushi dijo...

ooh! como moola =) tengo que leermelo otra vez, menos mal que lo has subido tu... porque yo ahora mismo ¡no sabría ni de donde escoger!

Anónimo dijo...

Abrió ligeramente los dedos de una mano; en la palma de la misma había un
objeto delgado.

Una vulgar cerilla de cocina.

Esta visión hizo que los hombres se precipitaran fuera y se alejaran de la casa a todo correr. Para mantener su dignidad, el capitán Beatty retrocedió lentamente a través de la puerta principal, con el rostro quemado, brillante gracias a un millar de incendios y de emociones nocturnas.

“Dios -pensó Montag-, ¡cuán cierto es! La alarma siempre llega de noche. ¡Nunca durante el día” ¿Se debe a que el fuego es más bonito por la noche?
¿Más espectacular, más llamativo? El rostro sonrojado de Beatty mostraba, ahora, una leve expresión de pánico. Los dedos de la mujer se engarfiaron sobre la cerilla. Los vapores del petróleo la rodeaban. Montag sintió que el libro oculto latía como un corazón contra su pecho.

- Váyase -dijo la mujer-.

y Montag, mecánicamente, atravesó el vestíbulo, saltó por la puerta en pos de
Beatty, descendió los escalones, cruzó el jardín, donde las huellas del petróleo formaban un rastro semejante al de un caracol maligno.
En el porche frontal, a donde ella se había asomado para calibrarlos silenciosamente con la mirada, y había una condena en aquel silencio, la mujer
permaneció inmóvil.

Beatty agitó los dedos para encender el petróleo. Era demasiado tarde. Montag se quedó boquiabierto.

La mujer, en el porche, con una mirada de desprecio hacia todos, alargó el brazo y encendió la cerilla, frotándola contra la barandilla.

La gente salió corriendo de las casas a todo lo largo de la calle.

Mushi dijo...

nos hemos vuelto a cruzar

Anónimo dijo...

jajajaja joo yo he tenido que subir mas cachos... aissss es genial ><

Anónimo dijo...

Sip XD

Mushi dijo...

yes... falta de subir de esta calaña un mundo feliz... pero me resisto porque me dejo un sabor un tanto agrio =S

Anónimo dijo...

yo me lo tengo que leer entoavia... Subelo a ver si me animoo!

Mushi dijo...

mmm... nose... dame unos días que me lo piense y lo ojee y ya veremos ...